Detrás del solSu nombre botánico es
Heliotropium europaeum y, como no podía ser de otro modo, el genérico alude a sus peculiares flores. Proviene del griego
helios, que significa “sol”, y
tropos o “movimiento”. Ambas cualidades se refieren al curioso hábito de sus inflorescencias de seguir el curso del sol a lo largo de todo el día, para quedar recogidas tras el ocaso y abrirse de nuevo al amanecer. Una cualidad que le ha valido también los nombres de “girasol” y “tornasol”. Andrés Laguna, que conocía bien esta particularidad, recomienda su uso como reloj vegetal
(2):
“De donde podemos juzgar que no sólo nos sirve de medicina salutar esta planta, empero también de un muy bien concertado reloj para el concierto y orden de nuestras vidas, pues, con su regular movimiento nos mide el día, y dividiéndole por iguales porciones, distinctamente nos señala las horas.”Tan curiosas flores surgen en verano, a partir del mes de junio, y prosiguen durante toda la estación hasta bien entrado el otoño. Las singulares inflorescencias rizadas
recuerdan a la cola de un escorpión, lo que incluso se ha trasladado al término botánico que define este rasgo, ya que las flores dispuestas en esa forma se conocen como “
cimas escorpioideas”. Su peculiar curvatura hizo que algunos nombres populares se relacionarán también con dicho animal y en Cataluña, por ejemplo, se conoce a la verrucaria como “
cua d’escorpí”.

Las inflorescencias de esta hierba fueron un acicate para la imaginación popular, que
llegó a proponer que era útil contra las picaduras del escorpión e incluso que podía llegar a matar a este venenoso animal.
Sólo para las verrugasPero sus supuestos poderes mágicos no quedaron aquí y la verrucaria fue una de las plantas empleadas en la preparación de los ungüentos mágicos que usaban las brujas durante la Edad Media. Según la tradición, era necesario recolectar la hierba en sábado, día en el que se concentraban sus propiedades mágicas
(3). Otro mito relacionado con la verrucaria era que
favorecía los sueños premonitorios, para lo que bastaba con colocar algunas plantas bajo la almohada.
Quizá también fuera apreciada por brujas y hechiceras debido a su conocida facultad de eliminar verrugas de la piel. ¡Qué bruja no llevaba una buena remesa de ellas en su grotesco rostro! De nuevo los nombres vernáculos nos revelan ese antiguo uso: “verruguera”, “herba berruguera” o, simplemente, “hierba de las verrugas”. Aunque es preciso hacer una advertencia: durante la aplicación deberemos soportar el olor fétido que desprende toda la planta como defensa contra los herbívoros. Si este peculiar aroma no nos desanima,
la medicina popular afirma que es un eficaz remedio contra las verrugas, ya sea mediante emplastos de semillas machacadas o mojando estas excrecencias con el zumo fresco de la planta. El propio Dioscórides alude a esta peculiar característica:
“Aplicada la simiente misma en forma de emplasto, desecan las verrugas que parecen hormigas”.Pero, ¡ojo! La verrucaria contiene sustancias hepatotóxicas y neurotóxicas, con hasta un 1% de alcaloides en su composición
(4), lo que le otorga un sabor extremadamente amargo. A pesar de esta advertencia, en Australia se han dado casos de envenenamiento en vacas y ovejas hambrientas e incluso intoxicaciones en humanos por confundirla con otras plantas comestibles
(5). Es más, estas peligrosas propiedades venenosas se han empleado ocasionalmente para provocar abortos. Así que, puede servir para quitarnos las verrugas… pero nada más.
Bibliografía
(1) Clément, G. (2007). Manifiesto del tercer paisaje. Gustavo Gili. Barcelona.
(2) Laguna, A. (1999). Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia médica medicinal y de los venenos mortíferos. Biblioteca de Clásicos de la Medicina y de la Farmacia Española (edición facsímil). Doce Calles. Aranjuez.
(3) Gómez Fernández, J.R. (1999). Las plantas en la brujería medieval (propiedades y creencias). Colección Divulgadores Científicos Españoles. Celeste Ediciones. Madrid.
(4) Mulet Pascual, L. (1997). Flora tóxica de la Comunidad Valenciana. Diputació de Castelló. Castellón.
(5) Ceballos, A. (1998). Plantas de nuestros campos y bosques. Andriala. Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario