Aprovechando el puente de diciembre nos hemos escapado unos días a Mallorca para conocer la isla y disfrutar de sus paisajes. Afortunadamente todo el mundo había decidido sacar los esquís e ir a la nieve, por lo que encontramos mucha paz y poco turismo.
Continuamente tuvimos la impresión de no estar en una isla sino en el interior, pues sus playas son poco visibles desde las carreteras y sus acantilados no permiten que el mar esté presente en la mayoría de los recorridos.
La Sierra de La Tramontana, a nuestro modo de ver, es la joya de Mallorca. Ella sí que es presencia continuada desde toda la isla. Situada al norte, tiene fuertes pendientes, alberga un paisaje de gran calidad con formaciones vegetales puras, en las que parecen no haber llegado aún las temidas plantas invasoras comentadas en otros artículos de este blog. Se encuentra salpicada de viejas terrazas de impresionantes olivos, las cabras a menudo andan tranquilamente por las carreteras y esconde bucólicos pueblos de montaña.
Pueblos que debido a el aislamiento físico que ha producido esta gran montaña a lo largo de los siglos se mantienen con una arquitectura típica de esa región sin intromisiones arquitectónicas tan presentes en los pueblos del sur.
Sóller es uno de ellos, con sus huertos de cítricos dentro de la propia ciudad, con su influencia modernista en muchos de sus edificios y con su nostálgico tranvía de vagones abiertos que circula hasta Palma o el Puerto de Soller hacen de él un lugar agradable para pasear e ir descubriendo sus rincones y sus maravillosas pastelerías.
En este pueblo se encuentra El Jardín Botánico, un pequeño jardín ubicado en una antigua finca con un palacete modernista, conocido como Camp d'en Prohom, compartiendo el espacio con el Museo Balear de Ciencias Naturales. Este jardín, está especializado en flora autóctona de las Islas Baleares y Canarias, distribuido en diferentes áreas según criterios ecológicos y de uso, el recorrido se realiza a través de estrechos y tortuosos caminos de piedras que te trasladan por pequeños recovecos donde descubrir las colecciones.
Nos pareció algo insulso, de colecciones escasas y algo descuidadas, con problemas de sombra en algunos lugares, no parece un centro de investigación, sino un jardín de aficionado con pocos recursos. Decir por último, que la librería del museo no debe considerar al español castellano-parlante un turista interesante, pues el 90% de las publicaciones a la venta están en mallorquín, alemán e inglés, evitando el castellano en algunas libros que nos consta existen en esa versión.
Valldemossa y Deiá nos sorprendieron por sus casas estrechas donde todas mantienen el mismo color tierra del lugar, apiñadas en la ladera de la colina, en terrazas con sus pequeños jardines y sus estrechas callejuelas, donde a uno le cuesta decidir qué dirección tomar porque todas resultan cautivadoras para el paseo. Chapó por los arquitectos municipales que han sabido mantener este caracter.
Visitamos la famosa cartuja. Resaltar el color de los azulejos de la torre, la farmacia y el hecho de que cada monje dispusiera de una celda privada con un espacio al exterior para cultivar su propio jardín, donde las vistas alcanzan el infinito.
No sólo recorrimos el norte y su sierra, visitamos todo el territorio, de hecho fueron 1000km en 4 días y medio. Mallorca nos ha resultado una isla de ricos paisajes donde hay mucho por ver y descubrir, sin embargo nos quedamos con el norte, sin duda lo que más nos sorprendió.
Nos resistimos a terminar este artículo sin comentar el hecho de que gran parte de la isla se ha vendido al turismo de sombrilla y playa, turismo masivo que durante 7 meses colmata la isla, sin darse cuenta que por ello han perdido y están dejando perder su patrimonio autóctono y sus valores naturales.
Museos, hoteles, restaurantes y otros muchos servivios se encuentran cerrados los meses de invierno, con el aumento de paro que conlleva este hecho, las autoridades no parecen ser conscientes. No valoran ni fomentan su patrimonio, ni el turismo cultural, un turismo mucho más respetuoso que invierte tanto o más que el turismo de playa en sus vacaciones y que no depende de un calendario tan concreto como el del sol.
Los museos y demás lugares a visitar tienen precios masivos e injustificados, muy superiores a los que se pagan en Madrid o en cualquier otro lugar de la península. Las instalaciones no están a la altura de su precio, siguen siendo antiguos museos en los que ni si quiera la tienda tiene artículos interesante, tan sólo souvenir "made in china".
Por último, llamar la atención sobre el esfuerzo legítimo que realizan por mantener su lengua viva, y en contra posición, el descuido que hay frente a sus valores autóctonos, su arquitectura, su tradición y sus actividades tradicionales.
Continuamente tuvimos la impresión de no estar en una isla sino en el interior, pues sus playas son poco visibles desde las carreteras y sus acantilados no permiten que el mar esté presente en la mayoría de los recorridos.
La Sierra de La Tramontana, a nuestro modo de ver, es la joya de Mallorca. Ella sí que es presencia continuada desde toda la isla. Situada al norte, tiene fuertes pendientes, alberga un paisaje de gran calidad con formaciones vegetales puras, en las que parecen no haber llegado aún las temidas plantas invasoras comentadas en otros artículos de este blog. Se encuentra salpicada de viejas terrazas de impresionantes olivos, las cabras a menudo andan tranquilamente por las carreteras y esconde bucólicos pueblos de montaña.
Pueblos que debido a el aislamiento físico que ha producido esta gran montaña a lo largo de los siglos se mantienen con una arquitectura típica de esa región sin intromisiones arquitectónicas tan presentes en los pueblos del sur.
Sóller es uno de ellos, con sus huertos de cítricos dentro de la propia ciudad, con su influencia modernista en muchos de sus edificios y con su nostálgico tranvía de vagones abiertos que circula hasta Palma o el Puerto de Soller hacen de él un lugar agradable para pasear e ir descubriendo sus rincones y sus maravillosas pastelerías.
En este pueblo se encuentra El Jardín Botánico, un pequeño jardín ubicado en una antigua finca con un palacete modernista, conocido como Camp d'en Prohom, compartiendo el espacio con el Museo Balear de Ciencias Naturales. Este jardín, está especializado en flora autóctona de las Islas Baleares y Canarias, distribuido en diferentes áreas según criterios ecológicos y de uso, el recorrido se realiza a través de estrechos y tortuosos caminos de piedras que te trasladan por pequeños recovecos donde descubrir las colecciones.
Nos pareció algo insulso, de colecciones escasas y algo descuidadas, con problemas de sombra en algunos lugares, no parece un centro de investigación, sino un jardín de aficionado con pocos recursos. Decir por último, que la librería del museo no debe considerar al español castellano-parlante un turista interesante, pues el 90% de las publicaciones a la venta están en mallorquín, alemán e inglés, evitando el castellano en algunas libros que nos consta existen en esa versión.
Valldemossa y Deiá nos sorprendieron por sus casas estrechas donde todas mantienen el mismo color tierra del lugar, apiñadas en la ladera de la colina, en terrazas con sus pequeños jardines y sus estrechas callejuelas, donde a uno le cuesta decidir qué dirección tomar porque todas resultan cautivadoras para el paseo. Chapó por los arquitectos municipales que han sabido mantener este caracter.
Visitamos la famosa cartuja. Resaltar el color de los azulejos de la torre, la farmacia y el hecho de que cada monje dispusiera de una celda privada con un espacio al exterior para cultivar su propio jardín, donde las vistas alcanzan el infinito.
No sólo recorrimos el norte y su sierra, visitamos todo el territorio, de hecho fueron 1000km en 4 días y medio. Mallorca nos ha resultado una isla de ricos paisajes donde hay mucho por ver y descubrir, sin embargo nos quedamos con el norte, sin duda lo que más nos sorprendió.
Nos resistimos a terminar este artículo sin comentar el hecho de que gran parte de la isla se ha vendido al turismo de sombrilla y playa, turismo masivo que durante 7 meses colmata la isla, sin darse cuenta que por ello han perdido y están dejando perder su patrimonio autóctono y sus valores naturales.
Museos, hoteles, restaurantes y otros muchos servivios se encuentran cerrados los meses de invierno, con el aumento de paro que conlleva este hecho, las autoridades no parecen ser conscientes. No valoran ni fomentan su patrimonio, ni el turismo cultural, un turismo mucho más respetuoso que invierte tanto o más que el turismo de playa en sus vacaciones y que no depende de un calendario tan concreto como el del sol.
Los museos y demás lugares a visitar tienen precios masivos e injustificados, muy superiores a los que se pagan en Madrid o en cualquier otro lugar de la península. Las instalaciones no están a la altura de su precio, siguen siendo antiguos museos en los que ni si quiera la tienda tiene artículos interesante, tan sólo souvenir "made in china".
Por último, llamar la atención sobre el esfuerzo legítimo que realizan por mantener su lengua viva, y en contra posición, el descuido que hay frente a sus valores autóctonos, su arquitectura, su tradición y sus actividades tradicionales.
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