Elijamos al azar una pradera con algo de humedad. No es preciso que seamos muy exigentes: aquella en la que retozábamos hace unos días en un parque urbano, esa otra del picnic en una excursión campera o la del solar cercano que miramos con recelo mientras paseamos al perro. Indiferente será la localidad en cualquier zona templada del mundo, indiferente la época del año e indiferente si da el sol o la sombra. Ahora miremos hacia el suelo y fijémonos en su composición, pues tan sólo en unos segundos localizaremos a nuestra prolífica protagonista: la herbácea
, más conocida como maya, chiribita, vellorita o, sencillamente, margarita de los prados. Y es que, aunque originaria de Europa y la región mediterránea, es hoy en día una de las hierbas más abundantes.
La margarita es una pequeña planta vivaz, muy variable. Sus hojas son basales y de forma espatulada, con un largo peciolo y, en ocasiones, el borde aserrado. Del centro de la roseta de hojas surgen tallos florales (escapos) de poco más de diez centímetros de longitud, que sostienen a las pequeñas flores. Sin embargo, si examinamos cuidadosamente esta supuesta flor, pronto nos daremos cuenta de que se trata en realidad de un conjunto de diminutas florecillas agrupadas en torno a un único receptáculo o capítulo.
En efecto, la margarita es una inflorescencia. El botón central, de color amarillo, está compuesto por numerosas florecillas tubulares y hermafroditas, mientras que las flores perimetrales son todas femeninas (1) y, junto con las lígulas blancas (frecuentemente confundidas con pétalos), forman la conocida margarita. Un interesante logro evolutivo de la familia de las Compuestas, a la que pertenece, adaptaciones que economizan energía y aumentan su eficacia reproductiva. La visita de un sólo insecto a la inflorescencia garantiza la polinización de abundantes flores. Esta ventaja, así como el amplio periodo de floración –prácticamente todo el año– o la producción de frutos viables tanto por autopolinización como por otros agentes, hacen que, a pesar de su delicada apariencia, esta pequeña herbácea tenga una alta capacidad competitiva.
Medios de transporte
Pero la margarita cuenta con otras bazas frente a sus competidores. Quizá la más llamativa sea su capacidad para elegir el momento favorable para mostrar sus flores, pues las inflorescencias sólo se abren cuando luce el sol. La llegada de la noche, así como los días grises o húmedos, hacen que las flores se replieguen protegiendo su preciado contenido. Un mecanismo que se conoce como nictinastia. Sin embargo, la chiribita, a diferencia de otras compuestas, carece de desarrollados mecanismos para dispersar sus semillas. Pero, lejos de ser un inconveniente, le proporciona un importante ahorro, pues el pequeño tamaño de sus frutos permite que el viento y la lluvia los lleven a grandes distancias, incluso el pelaje de los animales puede ser otro medio de transporte. Pero, por si todos estos recursos fallaran, la margarita todavía dispone de alternativas para asegurar su reproducción y, así, la presencia de unos pequeños estolones facilitará su multiplicación vegetativa.
Numerosas ventajas que hacen de Bellis perennis una de las hierbas más comunes de praderas, alcorques y arcenes en todo el mundo. Vive sobre suelos ricos en nutrientes, desde el nivel del mar hasta las altas montañas, pues llega hasta los 1.860 metros en los Alpes. Crece tanto en la vertiente atlántica como en la mediterránea, donde busca suelos más húmedos que compensen el menor volumen de precipitaciones.
Usos medicinales y culinarios
El nombre del género, Bellis, deriva del latín bellum (guerra), pues era una planta utilizada para curar heridas tras las batallas. La maya o chiribita contiene aceites esenciales, saponinas y taninos que le otorgan valiosas propiedades medicinales, tales como desinfectante, depurativa, antiinflamatoria y expectorante. Se emplea para las inflamaciones de boca y garganta en infusión de flores y hojas secas, cualidades por las que gozó de un gran prestigio durante la Edad Media y el Renacimiento. Curiosamente, a finales del siglo XVIII, los gobernantes alemanes condenaron a la maya al exterminio debido a sus supuestas propiedades abortivas, hasta el punto de publicar un decreto en 1793 que la condenaba a una completa erradicación (2). A pesar de ello, es conocido el consumo de sus hojas en ensaladas, sopas y menestras desde antiguo. Incluso los capítulos antes de abrirse también son utilizados como condimento, preparados con sal y vinagre.
Plinio el Viejo la denominó Primo Fiore, en alusión a su floración precoz, rasgo que le ha otorgado una gran popularidad. Tanto es así, que un dicho popular asegura que el verano no llega hasta que no se puede poner un pie sobre siete margaritas a la vez (3). Quizá la sencilla belleza de la chiribita ha hecho que los enamorados dubitativos se sirvan de ella en el consabido “me quiere… no me quiere…”, deseando que el número de lígulas sea impar, lo que permitiría una afirmativa respuesta a su correspondencia amorosa. Aunque bien es cierto que el resultado puede depender de la habilidad de quién las desprende.
Bibliografía
(1) Izco, J. y otros autores (2004). Botánica. Interamericana. Madrid.
(2) Font Quer, P. (1995). Plantas medicinales. El Dioscórides renovado. Labor. Madrid.
(3) Ceballos, A. (1998). Plantas de nuestros campos y bosques. Andriala. Madrid.
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