La zamarraga (Conyza canadensis) se establece
sin dificultad en bordes de carreteras y caminos
e incluso llega a ser la especie dominante en estos
suelos alterados.
sin dificultad en bordes de carreteras y caminos
e incluso llega a ser la especie dominante en estos
suelos alterados.
A pesar de su origen foráneo, la zamarraga se ha extendido por toda la península Ibérica gracias a sus eficaces sistemas de dispersión y a su legendaria fortaleza. Es tan tenaz que llega incluso a resistir los herbicidas aplicados por el hombre.
Nombres tan peculiares como “zamarraga”, “zancaraña”, “escoba” o “rabo de gato” son algunas de las denominaciones populares de la hierba protagonista de este mes.
Probablemente sea su aspecto algo grosero y desaliñado lo que no inspira denominaciones más amables. La zamarraga pocas veces llama la atención y es que pertenece a ese grupo de plantas desdeñadas que siempre pasan desapercibidas. Surge casi por casualidad, en abundancia, en terrenos baldíos, entre retales urbanos o cunetas de viales aparentemente vacíos de vida, espacios a los que algunos somos aficionados. Lo cierto es que no posee grandes flores, atractivos frutos ni tan siquiera llamativos colores que reclamen su presencia; sin embargo, conocer esta planta nos deparará interesantes sorpresas.
La zamarraga (Conyza canadensis) es una hierba anual de sorprendente altura, capaz de alcanzar el metro y medio de desarrollo. Posee un tallo pobremente ramificado y cubierto de escasas hojas simples. Las flores están dispuestas en abundantes capítulos muy pequeños, localizadas hacia los extremos de dichos tallos. Florece a finales del otoño o principios del invierno, cuando pocas son las especies que se atreven a mostrar sus flores. Y es que el “venadillo” –como también se la conoce– tiene una floración tardía que favorece precisamente su éxito invasivo.
Nombres tan peculiares como “zamarraga”, “zancaraña”, “escoba” o “rabo de gato” son algunas de las denominaciones populares de la hierba protagonista de este mes.
Probablemente sea su aspecto algo grosero y desaliñado lo que no inspira denominaciones más amables. La zamarraga pocas veces llama la atención y es que pertenece a ese grupo de plantas desdeñadas que siempre pasan desapercibidas. Surge casi por casualidad, en abundancia, en terrenos baldíos, entre retales urbanos o cunetas de viales aparentemente vacíos de vida, espacios a los que algunos somos aficionados. Lo cierto es que no posee grandes flores, atractivos frutos ni tan siquiera llamativos colores que reclamen su presencia; sin embargo, conocer esta planta nos deparará interesantes sorpresas.
La zamarraga (Conyza canadensis) es una hierba anual de sorprendente altura, capaz de alcanzar el metro y medio de desarrollo. Posee un tallo pobremente ramificado y cubierto de escasas hojas simples. Las flores están dispuestas en abundantes capítulos muy pequeños, localizadas hacia los extremos de dichos tallos. Florece a finales del otoño o principios del invierno, cuando pocas son las especies que se atreven a mostrar sus flores. Y es que el “venadillo” –como también se la conoce– tiene una floración tardía que favorece precisamente su éxito invasivo.
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