EL BOJ Y EL AZAR
Un año más llega la Navidad sacudiéndonos con todo su arsenal folclórico. Veremos cosas tan peculiares como luces de colores, señores vestidos de Reyes Magos, ancianos barbudos vestidos con pijamas rojos, más luces de colores, cenas copiosas, comidas copiosas y hasta desayunos copiosos, muchas más luces de colores y regalos, aunque este año serán algunos menos. Al menos este tiempo festivo ayudará a que olvidemos por unos días la dichosa crisis.
Pero lo cierto es, que es un momento de retornos. Reaparecen los buenos propósitos y los objetivos para el año próximo, que probablemente nunca se cumplan. Pero ya se sabe que lo que cuenta es la intención…
Pero lo cierto es, que es un momento de retornos. Reaparecen los buenos propósitos y los objetivos para el año próximo, que probablemente nunca se cumplan. Pero ya se sabe que lo que cuenta es la intención…
Es momento de desempolvar aquellas luces (de colores) que llevan un año escondidas ¡Dios sabe dónde!. Reaparecen los antiguos personajes representando las conocidas escenas religiosas, aunque este año puede haber novedades. Pues según aseguran las más altas autoridades eclesiásticas, parece que el buey y la mula incrementarán la amplia lista del paro.
Y vuelve, como no podría ser de otra manera, la lotería de Navidad fruto de numerosos deseos y seguro de amplias decepciones. Y es que no nos engañemos las estadísticas lo dejan claro. La probabilidad de que nos toque el Gordo de Navidad es del 0,01 %. Así que, no volvamos a sorprendernos cuando este año nuestro número no coincida con el premiado. Pero ya sabemos que retornará entonces aquello de la salud, algo es algo. Aunque bien es cierto que un dinerito extra no vendría mal. Sí, es cierto, la salud tampoco…
Pero pocos son los que conocen que en eso de la fortuna navideña es cómplice una conocida planta. Pues las 100.000 bolas que se revuelven en el interior del bombo de la lotería son de madera de boj (Buxus sempervirens). Siempre es grato conocer que todavía se emplean materiales tradicionales. Estas esferas miden 1,8 centímetros de diámetro y pesan 3 gramos, un peso relevante para su tamaño. Y es que su madera es tan densa que ni siquiera flota en el agua. Cada una de estas bolas será marcada individualmente con los números y premios correspondientes mediante láser (antiguamente se realizaba a fuego), lo que le da a estas marcas un característico color sepia que resalta delicadamente sobre la madera clara. Y es que la madera de boj es de un color amarillo-limón. Una madera de gran dureza, de dibujo homogéneo y de fibra fina. Unas cualidades que han hecho que el boj sea muy apreciado en trabajos de tornería y tallado. Fue material imprescindible durante el Renacimiento para fabricar las primeras imprentas. Son innumerables los usos que desde la antigüedad hasta nuestros días se le han dado, elaborando con su madera infinidad de pequeños utensilios de la vida cotidiana. Muchos de los utilizados para cocinar, tales como vasos, cucharas, tenedores y palas. Pero no solo en la cocina encontraremos buenos ejemplos de esta artesanía, también en botones, bolillos, bastones, mangos de herramientas, pipas, peines, hiladoras, gaitas, fichas de ajedrez y reglas. O incluso, instrumentos musicales como las castañuelas.
De hecho, tanto su nombre común como el científico reflejan el antiguo uso de su madera. Términos ibéricos para denominar esta planta como "boj" en Castilla, “boix” en Cataluña o “buxo” en gallego, derivan del latín buxos y èste a su vez de la palabra griega buxas, cuyo significado es "vaso". Y es que al parecer, ya en la Grecia clásica, con esta planta se hacían los vasos con los que se jugaba a los dados, ligando curiosamente las propiedades de su madera con las actividades del azar.
De este arbusto se decía que era planta muy cristiana al poseer un fruto en forma de cruz. Lo que hizo que fuera considerada sagrada. Quizá por ese motivo al boj, a lo largo de la historia se le han otorgado diversas utilidades medicinales, y ello a pesar de su toxicidad. El cocimiento de sus hojas fue empleado contra las fiebres altas y como aperitivo por su sabor amargo.
Pero lo que llama más la atención, es la creencia de que la infusión aplicada sobre el pelo otorgaba a los cabellos un llamativo color dorado y –lo que es más llamativo- haciéndolos crecer abundantemente. Fue tal esta falsa creencia, que se contaba la historia de una imprudente campesina que habiendo quedado completamente calva, se friccionó la cabeza con dicha decocción. Como resultado de este tratamiento, le creció una soberbia cabellera de color castaño. Sin embargo, el descuido de la mujer hizo que se aplicara el preparado también en la cara y el cuello, provocando muy a su pesar, que matas de pelo surgieran sin control por todas esas zonas donde no debía de crecer.
De saber las capacidades como magnífico “crece-pelo” que posee el boj, el entrañable Calvo de la Lotería -que promocionó durante casi una década este sorteo- hubiera dado una imagen muy distinta.
Y vuelve, como no podría ser de otra manera, la lotería de Navidad fruto de numerosos deseos y seguro de amplias decepciones. Y es que no nos engañemos las estadísticas lo dejan claro. La probabilidad de que nos toque el Gordo de Navidad es del 0,01 %. Así que, no volvamos a sorprendernos cuando este año nuestro número no coincida con el premiado. Pero ya sabemos que retornará entonces aquello de la salud, algo es algo. Aunque bien es cierto que un dinerito extra no vendría mal. Sí, es cierto, la salud tampoco…
Pero pocos son los que conocen que en eso de la fortuna navideña es cómplice una conocida planta. Pues las 100.000 bolas que se revuelven en el interior del bombo de la lotería son de madera de boj (Buxus sempervirens). Siempre es grato conocer que todavía se emplean materiales tradicionales. Estas esferas miden 1,8 centímetros de diámetro y pesan 3 gramos, un peso relevante para su tamaño. Y es que su madera es tan densa que ni siquiera flota en el agua. Cada una de estas bolas será marcada individualmente con los números y premios correspondientes mediante láser (antiguamente se realizaba a fuego), lo que le da a estas marcas un característico color sepia que resalta delicadamente sobre la madera clara. Y es que la madera de boj es de un color amarillo-limón. Una madera de gran dureza, de dibujo homogéneo y de fibra fina. Unas cualidades que han hecho que el boj sea muy apreciado en trabajos de tornería y tallado. Fue material imprescindible durante el Renacimiento para fabricar las primeras imprentas. Son innumerables los usos que desde la antigüedad hasta nuestros días se le han dado, elaborando con su madera infinidad de pequeños utensilios de la vida cotidiana. Muchos de los utilizados para cocinar, tales como vasos, cucharas, tenedores y palas. Pero no solo en la cocina encontraremos buenos ejemplos de esta artesanía, también en botones, bolillos, bastones, mangos de herramientas, pipas, peines, hiladoras, gaitas, fichas de ajedrez y reglas. O incluso, instrumentos musicales como las castañuelas.
De hecho, tanto su nombre común como el científico reflejan el antiguo uso de su madera. Términos ibéricos para denominar esta planta como "boj" en Castilla, “boix” en Cataluña o “buxo” en gallego, derivan del latín buxos y èste a su vez de la palabra griega buxas, cuyo significado es "vaso". Y es que al parecer, ya en la Grecia clásica, con esta planta se hacían los vasos con los que se jugaba a los dados, ligando curiosamente las propiedades de su madera con las actividades del azar.
De este arbusto se decía que era planta muy cristiana al poseer un fruto en forma de cruz. Lo que hizo que fuera considerada sagrada. Quizá por ese motivo al boj, a lo largo de la historia se le han otorgado diversas utilidades medicinales, y ello a pesar de su toxicidad. El cocimiento de sus hojas fue empleado contra las fiebres altas y como aperitivo por su sabor amargo.
Pero lo que llama más la atención, es la creencia de que la infusión aplicada sobre el pelo otorgaba a los cabellos un llamativo color dorado y –lo que es más llamativo- haciéndolos crecer abundantemente. Fue tal esta falsa creencia, que se contaba la historia de una imprudente campesina que habiendo quedado completamente calva, se friccionó la cabeza con dicha decocción. Como resultado de este tratamiento, le creció una soberbia cabellera de color castaño. Sin embargo, el descuido de la mujer hizo que se aplicara el preparado también en la cara y el cuello, provocando muy a su pesar, que matas de pelo surgieran sin control por todas esas zonas donde no debía de crecer.
De saber las capacidades como magnífico “crece-pelo” que posee el boj, el entrañable Calvo de la Lotería -que promocionó durante casi una década este sorteo- hubiera dado una imagen muy distinta.
¡¡HERBANOVA LES DESEA FELICES Y BOTÁNICAS FIESTAS!!
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