Las gramíneas forman parte de muchos de los diversos paisajes de la península Ibérica. Desde las llanuras castellanas, donde dominan las grandes extensiones de cereales producidas por la mano del hombre, hasta las altas cumbres capaces de soportar las condiciones más hostiles. Son en numerosas ocasiones el último escalón de las formaciones vegetales mediterráneas. De ahí que sea uno de los grupos más resistentes a situaciones de stress, capaces de soportar suelos degradados y pobres, altas temperaturas, xericidad, depredación, etc.
Sin embargo, la habitual e involuntaria renuncia hacia nuestros paisajes hace una vez más que la belleza de estos pastizales no sea valorada y las especies que lo componen sean ignoradas por los propios paisajistas que han eludido su incorporación al paisaje urbano. Y ello, a pesar del rico elenco de especies de gramíneas vivaces con el que podríamos contar si quisiéramos, muchas presentes en la península Ibérica pero también otras de lugares más lejanos.
Pero de momento no parece que esto vaya a suceder, aunque son muchas las ventajas que poseen frente a otros grupos de plantas.
Nuevos valores estéticos
El uso de gramíneas en el diseño de zonas verdes resalta por la utilización de cualidades estéticas novedosas. Y es que este grupo de plantas aporta inusuales experiencias artísticas más cercanas al sentido del tacto.
Quizá el más relevante de estos atributos sea la textura de su follaje, característica que facilita su asociación a cualquier ambiente. Sus finas hojas ayudan a crear paisajes más informales, menos rígidos, capaces de trasmitir suavidad y elegancia. Cuando se cultivan junto a otras especies ornamentales, las gramíneas no compiten en protagonismo. Por el contrario, en perfecta sintonía colaboran con ellas resaltándolas. No son antagonistas, sino complementarias al resto de masas vegetales. Así mismo, ofrecen una amplia gama de recursos y posibilidades: los diseños se ablandan, la línea recta se esconde, las formas rígidas se suavizan, las cortezas ganan en protagonismo o, en colaboración con las texturas gruesas de otras hojas, crean bellos contrastes.
Quizá el más relevante de estos atributos sea la textura de su follaje, característica que facilita su asociación a cualquier ambiente. Sus finas hojas ayudan a crear paisajes más informales, menos rígidos, capaces de trasmitir suavidad y elegancia. Cuando se cultivan junto a otras especies ornamentales, las gramíneas no compiten en protagonismo. Por el contrario, en perfecta sintonía colaboran con ellas resaltándolas. No son antagonistas, sino complementarias al resto de masas vegetales. Así mismo, ofrecen una amplia gama de recursos y posibilidades: los diseños se ablandan, la línea recta se esconde, las formas rígidas se suavizan, las cortezas ganan en protagonismo o, en colaboración con las texturas gruesas de otras hojas, crean bellos contrastes.
Su empleo masivo aporta una imponente unidad visual, facilitando y conectando la relación entre otras especies más llamativas, suavizando las brusquedades o las combinaciones más groseras. Su uso en espacios reducidos o ejemplares aislados mantendrá sus cualidades inalterables.
Movimiento y sonido
Quizá una de las características más sorprendentes de estas gramíneas vivaces es su capacidad de romper con la habitual severidad de la mayoría de las plantaciones urbanas. Una simple brisa se convierte en un protagonista más de estas combinaciones, incorporando otros sentidos. El viento enriquece a las gramíneas, añadiéndoles movimiento y un sutil sonido. Danza y música moviéndose al unísono en bella armonía. Con sutil elegancia se contonean a la vez que dejan percibir un delicado susurro.
Luz y transparencias
El follaje y las inflorescencias de las muchas de las especies de gramíneas parecen mostrarse con luz propia. Lo cierto es que son capaces de captan la luz solar, devolviéndola con suavidad, sin agredir. Ofreciendo, en especial durante los atardeceres otoñales, un espectáculo de luminosidad difícilmente comparable con otros grupos de plantas. Pero también son destacables las transparencias. Hojas y espigas se enredan una y otra vez con los rayos del atardecer al trasluz. A modo de celosía, las especies de mayor envergadura juguetean con el curioso, dejando entrever lo que se ha querido ocultar, sin mostrarlo del todo. Para conseguirlo debemos estudiar bien su exposición. Cualidades muy poco frecuentes en el jardín que pueden resultar atractivas y relajantes.
Estacionalidad y cambios cromáticos
Poco a poco las gramíneas se van transformando con la llegada del invierno en un proceso paulatino, donde los cambios en el color del follaje son continuos. El verde claro primaveral se mudará a un verde más maduro durante el estío, alcanzando los deseados ocres al final del otoño de los que disfrutaremos hasta el remate del invierno. Tal vez, el momento de máximo esplendor de estas plantas sea al final del verano y en el otoño, coincidiendo con el momento en el que el resto de las especies se encuentran agostadas o han perdido todo su atractivo. Un deleite cromático sin igual de acentuada estacionalidad que romperá con la monotonía de las plantaciones cambiando su color con suavidad a lo largo de todo año.
Rápido establecimiento
Pero además de las abundantes cualidades estéticas, las gramíneas vivaces resaltan por su peculiar ciclo natural. Estas plantas alcanzan con rapidez su tamaño definitivo. En tan solo 2 - 4 años consiguen su límite de crecimiento. Por lo tanto, constituyen uno de los grupos de plantas de desarrollo más rápido, logrando un jardín maduro en muy poco tiempo. Motivo por el que no conviene invertir en planta de grandes dimensiones. Sin embargo, debemos conocer su tamaño definitivo para adaptar su marco de plantación.
La gran variedad de formas es otra de sus interesantes características. Existen especies de porte columnar o vertical, en abanico, las que producen un efecto de nube, cascada, o las que parecen montículos o manojos. Teniendo en cuenta que en algunas especies se producen cambios significativos en su forma dependiendo del ciclo en el que se encuentren. Así al principio de la estación pueden ser de aspecto bajo y pasar desapercibido para, tras su floración, convertirse en una planta erguida y majestuosa.
Reducida conservación
Libres de plagas y enfermedades, adaptadas a suelos pobres y con bajas necesidades hídricas, son plantas que no exigen grandes labores de mantenimiento. A finales de invierno muchas de ellas se deberán recortar desde la base, iniciando un nuevo ciclo.
Sin embargo, es importante que a la hora de seleccionar las diferentes especies sepamos que plantas se adaptan mejor a cada circunstancia.
Como hemos vistos estas gramíneas ornamentales poseen numerosas cualidades paisajísticas, estéticas y de conservación a las que no parece sensato renunciar.
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